San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios les dice: “sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en cambio el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente. Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría”. (2 Cor 9, 6-7).
En este mes de mayo en el que recordamos tantas advocaciones Marianas, nuestra Madre nos indica, como a los servidores de aquella boda en Caná de Galilea: “Hagan todo lo que El les diga”… y en resumidas cuentas lo que nos dijo Jesús: “Ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.
¡¡¡¡Ese es el resumen de toda vida cristiana!!!! Ese es nuestro Norte y nuestra Guía en la vida para ser felices y verdaderos hijos de Dios.
¿Por qué nos costará canto ponerlo en práctica en este tiempo? A veces podemos sentir que es escasa nuestra cosecha y que no somos felices: ¿será que sembramos mezquinamente? ¿será que nuestra entrega en cada cosa que hacemos es limitada y condicionada a lo que nos conviene?
Quiera Dios que en este tiempo, se reavive nuestra llama interior para poder ser cada día más generosos, más solícitos, más dispuestos, entregándonos a la oración contemplativa cuando se nubla nuestro tiempo, pidiéndole a María, nuestra Madre del Cielo, que interceda por nosotros ante su Hijo amado.
El amor todo lo puede, todo lo vence, todo lo supera y todo lo transforma. Sólo dándonos generosa y desinteresadamente la vida misma nos responderá de la misma manera. Decía San Agustín: “la medida del amor es el amor sin medida”. Hoy el mundo necesita pacificación, y para ello es necesario que cada uno la transmita desde su casa y su trabajo en primera instancia, y luego en todos los medios en donde nos desarrollamos. Allí están nuestras raíces, sin paz en nuestros corazones, no puede haber paz fuera nuestro. Busquemos siempre y ante todo la paz, el entendimiento y el bien común. No puedo estar bien si a mi alrededor, hay dolor y miseria, debo trabajar y vivir para crear un mundo mejor, con alegría y con optimismo. Cada uno de nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas para mejor, siempre y cuando busquemos el bien común.-
Fernando Perfetti – Encuentro con la Palabra.
En este mes de mayo en el que recordamos tantas advocaciones Marianas, nuestra Madre nos indica, como a los servidores de aquella boda en Caná de Galilea: “Hagan todo lo que El les diga”… y en resumidas cuentas lo que nos dijo Jesús: “Ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.
¡¡¡¡Ese es el resumen de toda vida cristiana!!!! Ese es nuestro Norte y nuestra Guía en la vida para ser felices y verdaderos hijos de Dios.
¿Por qué nos costará canto ponerlo en práctica en este tiempo? A veces podemos sentir que es escasa nuestra cosecha y que no somos felices: ¿será que sembramos mezquinamente? ¿será que nuestra entrega en cada cosa que hacemos es limitada y condicionada a lo que nos conviene?
Quiera Dios que en este tiempo, se reavive nuestra llama interior para poder ser cada día más generosos, más solícitos, más dispuestos, entregándonos a la oración contemplativa cuando se nubla nuestro tiempo, pidiéndole a María, nuestra Madre del Cielo, que interceda por nosotros ante su Hijo amado.
El amor todo lo puede, todo lo vence, todo lo supera y todo lo transforma. Sólo dándonos generosa y desinteresadamente la vida misma nos responderá de la misma manera. Decía San Agustín: “la medida del amor es el amor sin medida”. Hoy el mundo necesita pacificación, y para ello es necesario que cada uno la transmita desde su casa y su trabajo en primera instancia, y luego en todos los medios en donde nos desarrollamos. Allí están nuestras raíces, sin paz en nuestros corazones, no puede haber paz fuera nuestro. Busquemos siempre y ante todo la paz, el entendimiento y el bien común. No puedo estar bien si a mi alrededor, hay dolor y miseria, debo trabajar y vivir para crear un mundo mejor, con alegría y con optimismo. Cada uno de nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas para mejor, siempre y cuando busquemos el bien común.-
Fernando Perfetti – Encuentro con la Palabra.