Un Recuerdo Muy Especial!!!

Un recuerdo Muy Especial !!!

2008 - 13 de octubre - 2016


Recordemos en este Sitio muy especialmente a nuestros hermanos que ya partieron para la "Casa del Padre".

Siempre recordaremos sus sonrisas, el buen humor, "las pescas", "los asados", el amor a Dios y el compromiso constante con el hermano necesitado.

Estamos seguros que desde el Cielo ellos interceden ante Dios por cada uno de nosotros, que caminamos esperanzados en encontranos nuevamente para compartir tantos momentos inolvidables.


... German Merlino, Eldo Yoris y Silvio Bejarano ...

Hasta siempre Hermanos!!!!!


lunes, 18 de mayo de 2009

PAROLE

-“No, yo no hago lo que decía que hay que hacer”.

Minutos antes la periodista había hablado de las bondades de cierto programa televisivo que su entrevistada conducía años atrás. Deduje que aquél se trataba de un espacio desde el que la ahora desdichada mujer solía lanzar consignas en torno a la autoayuda, el éxito personal y la espiritualidad. Pero algo había sucedido entre aquella época y el momento presente: un escándalo mediático aniquiló de un día para el otro su matrimonio y con él su autoestima, su popularidad y su profesión.

Allí estaba la pobre, sentada frente a una persona que revolvía su pasado a fuerza de preguntas y remembranzas que sonaban a naderías. Fue entonces que la periodista, cual torero a punto de dar su estocada final, inquirió: -“Usted solía hablar mucho de la felicidad y cómo superar las dificultades de la vida, pero… ¿pone ahora en práctica sus propios consejos? ¿Vive de acuerdo aquellas enseñanzas?” Las palabras con las que inicié estas líneas fueron la triste aunque sincera respuesta de la otrora presentadora televisiva.

Muy a mi pesar debo decir que no es la primera vez que escucho que alguien es forzado a admitir – quizás por la presión ejercida sobre su conciencia o simplemente porque la evidencia se torna inocultable – la incapacidad de vivir lo que antes se expresaba de manera tan fácil, suelta y graciosa haciendo uso de aquellos instrumentos del lenguaje que denominamos como “palabras”.

“Palabras”. Promesas de fidelidad que no se cumplen cuando la vida aprieta.

“Palabras”. Discursos de campaña política que se olvidan cuando se gana la elección.

“Palabras”. Sermones que se tornan en bofetadas para quien fue descubierto haciendo lo contrario.

“Palabras”. Consejos de éxito financiero que son fútiles cuando se cae el sistema que los sustentaba.

Es conocido el episodio que protagonizó Pedro, quien más tarde sería uno de los principales personajes del cristianismo. En las horas previas al arresto de Jesús, le aseguró a su maestro: -“‘Aunque todos pierdan su fe en ti, yo no la perderé’. Jesús” – conociendo de antemano la debilidad de su discípulo – “le dijo: -‘Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me negarás tres veces’. Pedro afirmó: -‘Aunque tenga que morir contigo, no te negaré’”. Pero a pesar de la efusividad en sus expresiones, ese mismo día contradijo su juramento con sus hechos. Fue entonces cuando “Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: ‘Antes que cante el gallo, me negarás tres veces’. Y salió Pedro de allí, y lloró amargamente”.*

Como decía aquella famosa canción italiana: “Parole, parole, parole” (“Palabras, palabras, palabras”).

Entendámonos: el asunto aquí no es detenernos en nuestra propensión humana a cometer errores (al fin y al cabo, ¿quién está libre de equivocaciones y situaciones que en algún momento pueden llevarnos a pensar si lo que hemos dicho no merecería un replanteo?), sino meditar en lo que decimos y considerar si podremos sostenerlo con nuestras acciones. Y por supuesto, también esforzarnos por actuar de acuerdo a nuestras convicciones y nuestros dichos.

No vaya a ser – en definitiva – que vengamos a descubrir que nuestros hechos han generado una irreparable brecha entre el decir y el hacer, y terminemos por “llorar amargamente” al advertir nuestra derrota.

CRISTIAN FRANCO

Un pensamiento de Don Calabria

“A menudo pienso que, si los no cristianos, budistas o musulmanes vinieran a visitarnos para enterarse cómo conocemos, amamos e imitamos a nuestro Señor Jesucristo, quedarían escandalizados y dirían; “Nosotros vivimos mejor con nuestras creencias y con nuestros ritos”.

¡Que grave responsabilidad tendríamos!

Y tenemos que admitirlo: hay demasiada discordancia entre lo que el Evangelio enseña y lo que nosotros vivimos.

Debemos eliminar ese contraste. Entonces ya no se podrá decir que la Iglesia ha hecho su tiempo. Que no corresponde más a las exigencias de hoy.

Sólo el que realiza en sí mismo los preceptos evangélicos, siempre antiguos y siempre nuevos, puede predicarlos con eficacia. Dios, el alma, el cielo, el infierno, la eternidad, la vida presente comp. Reparación para la vida futura, la Redención, la Eucaristía, el amor a Dios que padece y muere por nosotros, que se hace nuestro alimento en esta tierra de destierro para ser después nuestra resurrección y nuestra vida en el Cielo, que es nuestra verdadera patria: son verdades que debemos recordar, enseñar, y llevar a la práctica. Sólo así ayudaremos a salvar a la pobre humanidad.

Empecemos, pues, nosotros, a vivir como vivían los primeros cristianos, que tenían un solo corazón y una sola lama, vivían en espíritu de caridad fraterna, poniendo en común los bienes temporales y los ideales espirituales, al punto que atraían sobre sí la atención de los paganos que exclamaban:”¡Miren como se aman!”, y ante tales ejemplos se convertían.

No perdamos nunca de vista el ejemplo de Jesús, Divino Sacerdote: treinta amos en Nazaret, tres años de apostolado activo; y en el apostolado, fue siempre ayudado por hermanos, o sea los apóstoles y los discípulos.

Volvamos a las fuentes puras y genuinas del Santo Evangelio, viviendo como vivían los primeros cristianos, sin egoísmos, sin capillismos, considerando que el mundo entero es de Dios, buscando el bien desinteresadamente, anhelando solamente almas, almas, nada más que almas. Una preocupación ardiente: El Reino de Dios y la salvación de las almas.

Seamos el Evangelio viviente, y antes de predicar, practiquemos. Apliquemos el Evangelio a la letra: sólo en eso consiste nuestro patrimonio, el secreto para obrar cosas grandes.

Pero, par ser Evangelios vivientes, para poseer el espíritu del Evangelio, es necesario pedírselo al Señor. Debemos estar convencidos de que nosotros somos cero y miseria, pero que, unidos al Señor, y respirando su espíritu, obraremos verdaderos milagros. El Evangelio nunca se desmiente: “Pasarán el cielo y la tierra, pero la palabra del Señor no pasará”. Nosotros vivimos esta experiencia desde hace muchos años, y también en el presente nos conmueve constatar cómo la Providencia socorre a quien en ella confía.”

De “La palabra del Padre” paginas, 8, 11 y 12